jueves, 1 de septiembre de 2016

Tic-tac.

Alguien un día me dijo que no por tener cantidad se es más rico. Que al final del camino lo que cuenta es la calidad de lo que te has ido encontrando. Que no por acumular se tiene más valor.

Alguien un día me dijo que lo más importante de la vida no es el dinero, la ropa, las cosas superfluas que se van y se olvidan en el mismo día en que lo adquirimos. Lo más importante que tenemos es el tiempo. Sí, las horas, minutos y segundos que por insignificantes que parezcan ser... pueden marcar la diferencia.

El tiempo, para mi, mide la riqueza de una persona. Cómo utilizándolo ganamos experiencias y perdemos miedos. Que los minutos se nos van como el dinero, la ropa, como las cosas superfluas. La diferencia es que crecemos como personas y nos traemos un par de recuerdos con nosotros. No hay nada más nuestro y auténtico, nuestro tesoro mejor guardado.

Quizá me ha costado demasiado entenderlo, pero la verdad es que depende de cada uno malgastar algo tan escurridizo, algo que se nos escapa entre los dedos como si fuese humo con las personas equivocadas. Sinónimo de felicidad es aprovechar cada segundo con cada una de las personas que te hacen reír, quieres, amas y te sientes en casa. Porque no hay nada mejor que una tarde cualquiera tomando una cerveza con un par de amigos que no ves desde hace meses, no hay nada mejor que una noche fría con un par de películas y un cuenco a rebosar de palomitas, no hay nada mejor que un viernes a punto de llover con un par de brazos envolviéndote por la espalda; un jueves cualquiera en que te ves poniéndote unos tacones de improvisto y te dejas llevar; un concierto inesperado en noviembre, y quizá una visita a alguna nueva ciudad en diciembre. Pero si en esos momentos no estamos con quienes están en nuestra lista de personas imprescindibles, de verdad ¿qué sentido tiene?

En un mundo tan superficial nos dejamos llevar por la corriente más cercana y olvidamos lo verdaderamente importante. Y, sinceramente, la vida es muy corta como para hacer siempre lo que dicen los demás y como para dejar de pensar lo que verdaderamente queremos nosotros mismos.

"Encontrar a alguien con quien realmente conectas es como ganar la lotería. Básicamente nunca ocurre, pero cuando sucede, no deberías desperdiciarlo". - J. Verdi. 

domingo, 10 de abril de 2016

Sobre las últimas oportunidades.

Puede que no crea en las casualidades, pero sí en las oportunidades que nos brinda la vida. Algunas pasan y ni te das cuenta, y otras son tan fugaces, que tienes que correr y agotar tu último aliento si quieres aprovecharla. 

Dicen que la vida se hizo para los valientes, y no podemos llegar hasta aquí para decir "esto es todo". Siempre hay un "continuará" para nuestra historia, y en algún momento, nos daremos cuenta de que todo aquello por lo que hemos luchado, todo aquello que hemos construido... no ha hecho más que comenzar. 



Durante años, imaginamos cómo será nuestro futuro. Pensamos, deseamos y soñamos. Queremos, y, cuando llega el momento de agarrarte con fuerza a esa oportunidad de brillar como nunca...  las dudas nos asaltan y miramos temerosos a ese mañana que, sin darnos cuenta, se ha convertido en hoy. Es hora de elegir, de tomar las riendas de nuestra vida y demostrar a todos aquellos que te dijeron que no podías, que hay mucha más fuerza en ti de la que imaginaste. Siempre nos asustará la sombra de los fracasos que hemos ido cosechando a lo largo de nuestra (aún) corta vida, pero tenemos que hacer que nuestras ganas puedan más. 


Creo firmemente que todo pasa por algo, que no estamos viviendo para conformarnos con lo que nos venga. Y, aunque sea muy típico decirlo, la vida es muy corta como para tomar malas decisiones. Y yo prefiero tomar las decisiones que creo correctas y equivocarme, que tomar las decisiones que otros creen que son las que debo tomar. Al fin y al cabo, eres tú quien dirige el rumbo de tu vida, y si te caes... bueno, desde pequeños las cicatrices nos han recordado cómo evitar volver a hacernos daño. 


Las últimas oportunidades no siempre pasan rápido; las últimas oportunidades son las que construimos con nuestras ideas, con nuestro esfuerzo y nuestra lucha. Si creemos que podemos cambiar el mundo, ¿por qué no intentarlo? Si creemos que con nuestra voz podemos conseguir nuestras metas, ¿por qué no alzarla?. Nos lo impiden las voces de otras personas, que con sus normas sociales y prejuicios hacen que querer ser diferente resulte algo angustioso. 


Si nos impiden hoy ser quienes verdaderamente somos, estudiar lo que verdaderamente queremos (o no), soñar, construir, luchar y comenzar... que no se preocupen. Mañana empieza un día nuevo para donde podremos empezar de cero. 


"Sueña como si fueras a vivir para siempre, vive como si fueras a morir hoy". 

lunes, 18 de enero de 2016

¿Recuerdas la última vez que fuimos libres?


Tenemos una curiosa forma de considerarnos seres libres. ¿Somos libres por vivir de una determinada manera, por estar con determinadas personas? La libertad no solo se rige por nuestros actos, sino más bien por nuestra forma de pensar.
A veces, somos nosotros mismos quienes construimos jaulas de las que no podemos escapar. Los prejuicios atan nuestra mente hasta límites insospechados. La intolerancia nos hace ser presos de nuestras propias cadenas. ¿Para qué presumes de ser libre con acciones si luego no eres capaz de liberar tu mente? No se es más libre por estar soltero o en pareja, ni por publicar tu vida en las redes sociales, atento a cada 'Me gusta', necesitando ese sonido en el móvil, como cocaína para el drogadicto. La auténtica libertad se encuentra fuera de las pantallas, fuera del 'qué dirán', fuera de los cortocircuitos de los aparatos electrónicos que ahora también conforman nuestra mente.

Tampoco se es más libre por tener una ideología u otra, por pertenecer a este o al otro partido político; por tener más o menos medios económicos: se es libre por respetar al resto, por compartir libremente ideas y contrarestar los fallos del resto con las ventajas de las tuyas y viceversa; se es libre por lo que haces con tus pocos o muchos recursos, y no por lo que escribes que harás en Facebook o Twitter. Se es libre cuando las propias vivencias personales son suficientes, y no necesitamos de la aprobación del resto.


Desde mi humilde punto de vista, pienso que la empatía debería ser el motor que moviese nuestras vidas. Juzgamos sin pararnos a razonar por qué lo hacemos. Criticamos los actos de los demás, como si eso fuese la herramienta que se necesita para cambiar el mundo, o para dejar que las injusticias dejen de pasar. Nos llevamos una mano a la cabeza y otra a la boca para callar un suspiro de dolor cada vez que vemos el sufrimiento de familias de otros países a causa de la guerra a través del televisor. Nos quejamos cada vez que un político no va a la cárcel a pesar de ser corrupto. Nos horroriza que haya asesinos libres, y que mientras tanto una madre vaya a la cárcel por robar comida para alimentar a sus hijos.

Ojalá algún día entendamos que nuestra libertad no es la de publicar las atrocidades de este mundo, sino la de actuar para que algún día dejen de suceder. Ojalá pronto comprendamos que no hay nada como ser nosotros mismos, en nuestra esencia y sin ataduras a prejuicios, el motor que el mundo necesita para cambiar de una vez las cosas.



Cambia tu forma de pensar,
y cambiarás tu mundo. - Norman Vincent Peale.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Autumn killed the summer with the softest kiss.

Es otoño, y todo parece querer volver a empezar de nuevo. El viento aún suave que mueve las persianas, nos trae de vuelta a un tiempo que nunca debió irse.
Es tiempo de nostalgia, de miradas muertas por un verano que terminó, de sonrisas que muestran que el invierno será aún mejor.
Es tiempo de abrazar a alguien, abrazarnos a nosotros mismos, darnos calor para no morirnos de frío. Porque no se trata de quién esté cuando todas las hojas de los árboles hayan caído, sino de quién estuvo cuando empezaron a moverse tímidas en lo alto del árbol.

Es otoño, y todo parece volver a ese tiempo en que se toman las fotografías más perfectas, en que los amigos de toda la vida parecen aún más cercanos, y dónde parece que unos labios besan con más intensidad que nunca. Es tiempo de volver a las sudaderas y a las botas de agua, y para los entendidos, no hay nada más placentero que pasear una tarde de otoño de nubes negras, bajo la mirada atenta de un Madrid que quiere llover.

Es otoño, y todo parece volver a llevarte a ese tiempo de descuento, a los últimos meses antes de pasar un año más o menos, depende de la oscuridad de nuestra mente. El tiempo donde intentamos sacar fuerzas de flaqueza, hacer un esfuerzo, e intentar aquello que prometiste el 1 de enero.

Es otoño, y es tiempo de atardeceres que duran un segundo, en unos ojos que se aclaran por el reflejo de un sol que se quiere esconder. Dónde te inspiras y piensas, mientras en tus oídos sientes el corazón palpitar con fuerza por esa canción que no puedes parar de cantar. Es el tiempo dónde soñar es mucho más sencillo. Que no hay nada mejor que ver pasar trenes que tienen Atocha de destino, nada mejor que hacer que te mueres en los brazos de alguien en ese transitado Sol antes de que se atreva a vernos el frío, nada mejor que una copa entre las risas de tus amigos mientras ves los charcos crecer por la ventana.

Son los mejores meses del año, porque no hay nada como los jerseys y los paraguas de colores inundando la ciudad; nada mejor que los cafés calientes, el pop de las palomitas al microondas, escuchar chispear en la ventana, o ver toda la ciudad llena de marrón. Y desde luego, no hay nada mejor que las despedidas de septiembre, los reencuentros de octubre, y los besos de noviembre.

miércoles, 10 de junio de 2015

In my veins.

Existen historias, momentos, recuerdos o personas que nos hacen daño. Existen espinas clavadas que no dejan de hacerte sangrar, más y más cuando te empeñas en sacarla de tu pecho. Existen despedidas, sonrisas y lágrimas, que hieren como una bala de acero caliente en un cuerpo congelado de un invierno eterno.
Sin embargo, existen cosas peores. Peor que un adiós, peor que dejar ir, peor que perder a alguien. Una de esas cosas, es echar de menos. 
Porque cuando echas de menos, no hay pérdida total. Alguien te falta, o algo necesitas, que sabes que está ahí, pero a la vez está a años luz de distancia. Es como un vacío inexistente, como un vaso medio vacío, y como una historia de la que se olvidaron de contar el final. 
Cuando echas de menos, olvidas quién eres, y sólo eres capaz de identificarte en esas fotos que cuelgan de una pared en blanco. Dónde sabías que la vida estaba al lado de las personas a las que sostenías de la mano. Amigos, familiares. Todos aquellos que en algún momento fueron la causa de tu risa.
Cuando echas de menos, haces todo lo posible por no pensar, y encerrarte en las telarañas de tu mente que hacen temblar tu labio inferior. Intentas desorientar a tu mente para que no le de vueltas a todo lo que hiciste mal, pero también a todo lo que hiciste bien. 
Cuando echas de menos, intentas no recordar los kilómetros, intentas no recordar las miradas perdidas en la pantalla de un móvil, e intentas no acordarte de lo que has ganado, pero también de lo mucho que has perdido.
Porque cuando echas de menos, algo está muriendo en ti. Como si estuviésemos condenados a un olvido que no llega. Sentenciados por la estupidez humana de tener recuerdos, o seguir luchando por volver a esas miradas de complicidad, a dar un abrazo a alguien que no va a volver, o volver sostener la mano de alguien que te dijo que seríamos nosotros contra el mundo. 


"Me gustaría poder  decirte,
que ya fuiste,
que ya no serás.
Pero algo dentro de mí,
grita,
que todavía eres,
aunque ya no estés" - Benjamin Griss.

viernes, 8 de mayo de 2015

Quién dijo miedo.

Sometimes, the sky's grey...
Es tiempo de cambios, por mucho que nos empeñemos en quedarnos anclados en un lugar para siempre, viviendo una y otra vez las experiencias que ya forman parte de tu día a día, sin atreverse si quiera a subir la persiana para ver más allá de la luz de las rendijas.
Ojalá pudiésemos quedarnos en el lugar que nos vio nacer, crecer, aprender, sonreír y llorar. Rodeados de las mismas personas, repitiendo cada instante como si nunca hubiese ocurrido. Pero no. La vida tiene reservados otros planes para nosotros. Y debemos aceptarlos, se supone. Pero, ¿qué hay con todo lo que quedas atrás? Porque sabes que ya nada nunca volverá a ser como antes, en aquel lugar en el que el miedo ni siquiera se atrevía a mirar más allá del umbral de la puerta, y ahora parece que lo llevamos por sombra.
Crecer es aprender a despedirse. ¿Es triste? Mucho. ¿Es el final? Para nada. Porque, seamos francos. ¿Qué sería la vida sin un poco de riesgo? Nada más que un triste juego aburrido y gris.

...just to show us the light inside our mind.
Ya nunca volveremos a tener 9 años. Ahora somos unos adultos, a punto de comenzar una nueva vida, con miles de decisiones que tomar y muchas ganas de vivir. Es una faena crecer, pero depende del punto de vista con el que lo miremos. Porque quizá en otro sitio, donde el sol ilumina de otro modo, más intenso y prometedor, y las nubes parecen tener un color más claro, podamos encontrar los ojos perdidos en la multitud de la gente, el sonido de carcajadas procedentes de primeras veces, nuevos recuerdos y mucha nostalgia, mientras la lluvia oscurece nuestros ojos recordando nuestra vida pasada, pero el amanecer de un nuevo día, sin embargo, vuelve a pisarnos otra vez los talones.

sábado, 21 de marzo de 2015

So lost without you.

A veces, solo a veces, alguien te abraza tan fuerte que parece que todas tus heridas están a punto de sanar. Cómo es posible que una mirada sea capar de romper todo un pasado de oscuridad, perdidos en el infierno de nuestra propia mente, cómo es posible que con solo una palabra de unos labios, todo nuestro mundo se derrumbe y se rinda a esa sonrisa ansiosa. Incesante. Astuta. Rompedora.

Por fin alguien ha recogido tus escombros y los ha hecho brillar; ahora al menos sabes que tus pies se tambalean, que tus labios tiemblan, y tu cabeza se pierde cuando le ves aparecer. Como una ráfaga inestable e inesperada de aire fresco, en una mañana de verano.

Y es que, lo sabes. Los amaneceres nunca serán tan bonitos como verle sonreír; los atardeceres nunca serán tan fríos como verle ir. Porque nada es igual cuando él no está, y todo parece sacado de un sueño cuando se pone a hablar. Porque de repente, cada acorde me recuerda a su vida llena de locuras, y me doy cuenta que la canción que más me gusta en el mundo, es su voz.

Pasa el tiempo, pero para ti siempre será ese octubre nublado, en el que te diste cuenta de que las cosas buenas siempre están detrás de un puñado de nubes; cuando comenzaste a creer que hay alguien que puede salvarte, que puede hacerte feliz, y por quien puedes disparar sin mirar a quien sea, si ves que sus ojos comienzan a llover.

Y, de nuevo, los relojes se paran, la música suena, sus ojos te miran, misteriosos, atentos, insaciables. Y comprendes que nunca has estado más perdida que cuando no estaba alrededor para guiarte en tu vida destinada al desastre. Y, te das cuenta de una puta vez que sus brazos son el único hogar que conoces después de que decidiste tirar todo por la borda.